Saliendo del trabajo se encontraba,
la mujer que llenaba sus memorias,
la dulzura de la miel hecha persona
la señora, la mujer tan digna dama.
La observaba en silencio desde lejos,
deleitaba con su andar el su mirada,
y reproches en su mente se lanzaba,
al pensar que una vez ella lo amaba.
Recordaba los errores del pasado,
al mirarla recorrer con suave prisa,
el anden que una ves el de su mano,
la llevaba con orgullo en su repisa.
¿y quien era aquel hombre que veía,
con orgullo esperarla en aquel tramo,
y que al verle caminar se sonreía,
y en sus labios susurraba un te amo?
Ese hombre es ahora quien obtiene,
de su boca esa miel tan dulces besos,
quien admira por las noches los reflejos,
de la luna que a escondidas le retiene.
Ella fue mía, mía, mía, solo mía,
y yo de ella y tan ciego no veía,
que aunque fue mía, tontamente la perdía,
al serle infiel,
una noche larga y tristemente fría.
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